lunes, 30 de septiembre de 2013

Pensando en vos...

Hoy ha sido un día maravilloso y quizá no tengo las palabras para describirlo, porque desde hace unas semanas, cuando comenzamos a planear este encuentro, me dijiste que al entrar a mi habitación del hotel no íbamos a sentarnos a hablar. Al comienzo pensé: claro! Como las mujeres tendemos a hablar sin parar y al verte de nuevo, después de tanto tiempo, es posible que quisiera saber más de tu vida y tus días.

Por eso amanecí casi muda, la ansiedad me invadía y contaba las horas para poder tocar tu cara, sentir tus labios y ver tus ojos. Desearte a través de palabras e imágenes había hecho que tocarte y olerte fueran unos de mis más fuertes anhelos acumulados hasta hoy.

Anoche apenas pude dormir unas horas. Me acosté tarde terminando de revisar mi maleta y en especial, el vestido que usaría para verte, aunque solo esperara tenerlo puesto unos minutos, hasta que me lo quitaras y fueras descubriendo mi piel tal como lo imaginaba, con un beso, una caricia y una mirada. Me desperté dos veces en la noche, a ratos mil ideas se movían con mucha rapidez en mi mente, luego trataba de acallarme para disminuir el ritmo de mi respiración y el deseo de ver el amanecer, porque sabía que eso significaba que el tiempo y la distancia iban a reducirse hasta acercarme por completo a ti, hasta tenerte al alcance mi mano, de mi boca y de cada pedacito de mi piel.

El día avanzó deprisa, ni recordé comer en la mañana. Tu saludo temprano me provocó la tensión bajo mi cintura que se había hecho más frecuente en las últimas semanas.

Recuerdo dos situaciones que me robaron el aliento y fueron la provocación más agradable a toda la serie de sensaciones que se acumularon hasta que hoy surgieron desde lo más profundo al tenerte dentro de mí, y llegaron hasta las terminales nerviosas de mis dedos, colmadas a tal punto de electricidad que no era capaz de tocarte. La primera fue un mensaje en mi celular, enviado a medianoche y que yo vi solo hasta el día siguiente: "pensando en vos"; eso era todo lo que decías, pero suficiente para tener un motivo para sonreír, bailar, cantar e imaginar cómo sería pasar una noche con vos. La segunda fue una serie de fotos en las que avanzabas mostrándome poco a poco lo que se fue convirtiendo en el objeto más profundo de mi deseo: tu cuerpo.

Con estos recuerdos no quiero decir que no hubiese habido otras imágenes, sonidos o palabras que me hicieran alucinar (sobre eso quiero explorar en otro momento) y querer estallar abrazada a tu cuello; de hecho, como decimos los buzos, los mejores recuerdos están grabados en nuestras mentes, no en nuestras bitácoras.

Me gustó tu olor, me gustó tu sabor, me gustó tu color. Me ha gustado lo que siento al descubrirme a través de nuestras conversaciones telefónicas, tus sugerencias literarias y deseos encontrados. Eres un tema para rato porque, con este juego, he abierto una puerta, derrumbado un muro o quizá renovado mis espacios. Duermo esta noche con una sonrisa en los ojos, no sin que antes mi corazón se acelere un poco al retroceder unas horas en este día.

Como siempre, ha sido todo un placer, señor delicioso...