martes, 11 de febrero de 2014

Delirio

Hasta ese fin de semana no sabía por qué era tan importante o deseada una luna de miel. Es más, no entendía por qué si las parejas convivían antes de casarse y muchas veces habían salido de paseo, dormido juntos y con seguridad habían compartido noches de buen sexo, por qué entonces planear una luna de miel. Creo que ni siquiera entendía el significado.

Debo aclarar que no estaba casada en ese momento, pero ese fin de semana cambió todo. No solo mi forma de mirarlo y sentirlo, sino mi percepción sobre el matrimonio. Hace unos días leí esto en un libro que me recomendó Sonia, el autor es Eduardo Punset y el libro se llama "El viaje al amor":

Hablando sobre el matrimonio decía: "un paleontólogo me explicó una vez el origen remoto de la ceremonia nupcial. La continencia sexual, la impaciencia acumulada, sumadas a la prolijidad de los preparativos y la proximidad del desenlace, activaban descargas hormonales tan furiosas que los familiares se veían en la obligación de sosegar los ímpetus irrefrenables del novio y el pánico de la novia mediante la celebración del ritual de la unión".

Comprendí entonces, con una sonrisa, por qué había disfrutado tanto esos días y noches. Antes del viaje hablábamos por correo o alguna de las redes sociales que existían para ese entonces, no nos veíamos hacía meses, desde que él había sido trasladado a una ciudad a orillas del mar. Su vida me parecía increíble por sus historias: despertar y sentir el sol, trotar en la playa, poder respirar el aroma del mar, y en todo eso, yo no sabía si estaba con alguien. Un día finalmente me propuso que lo visitara, podríamos ir de paseo y bucear juntos. Sin pensarlo mucho, compré los tiquetes para viajar la semana siguiente.

El día del viaje, la ansiedad no cabía dentro de mi cuerpo. Trabajé sin parar en la oficina, al final de la tarde se presentó una reunión inesperada, de esas que se alargan, pero que terminan justo a tiempo para que yo pudiera salir casi volando en un taxi rumbo al aeropuerto. Logré llegar a tiempo. El vuelo, sin embargo, se demoró un poco en salir: no hay condiciones climáticas adecuadas para aterrizar en la ciudad -yo me negaba a creer, no podía dañarse el viaje a esas horas! Con un poco de retraso, salió el avión para aterrizar, luego de una hora, en una ciudad cercana a la costa, que no era a la que yo iba! Qué pasó?!

Al salir del avión, nos explicaron que la tormenta eléctrica seguía en nuestro destino y habíamos tenido que aterrizar en esta otra ciudad esperando que las condiciones cambiaran. A veces comentaba con alguien la situación tan increíble en la que nos encontrábamos. Algunas personas decidieron tomar camino por tierra, yo preferí esperar. De nuevo, subimos al avión, finalmente! pensé. Para ese entonces, había recibido un mensaje con una foto del hotel que me esperaba, pero el internet fallaba y solo veía el texto: Te gusta? La reservé para los dos. Te importa que solo tenga una cama? Aunque la pregunta me desconcertó un poco y alcancé a pensar: yo a este lo mato donde no me toque un pelo!, respiré un poco y luego sonreí con dos puntos y un cierre de paréntesis...

Otro vuelo más, una hora más y aterrizamos... de vuelta en mi ciudad!! Ahí si no podía creer lo que pasaba. No era posible que fuera a perder una noche. Esta broma de la "vida" ya era de muy mal gusto para mí. Aún recuerdo cuánto tiempo estuvimos en el counter de la aerolínea exigiendo que se enviara un vuelo a primera hora: yo tenía una de las citas más soñadas de la vida (pero eso no lo conté), alguien debía llegar para su matrimonio, otra persona tenía un viaje programado... No quise irme del aeropuerto, pasé la noche hablando hasta que el sueño me venció en la madrugada, para medio dormir un par de horas y salir de nuevo en otro avión.

Qué recuerdo al llegar? Mi cara de cansancio, el sol que calentaba el aire y me invitaba a dormir, y él, por supuesto, esperándome a la salida con una maleta en la mano. Todavía hoy sonrío. Subimos al taxi, hablamos un poco, nuestras manos se encontraban, pero aún no se unían. La habitación era más que perfecta, creo que la tengo grabada en la piel, más que en la memoria. Sin contar las veces que lo hicimos, puedo sentirme más que complacida por las horas eternas de nuestros besos y cuerpos entrelazados. El tiempo se detuvo, no había día ni noche, solo el deseo enorme por estar para siempre ahí.

Recuerdo ver su cuerpo desnudo y no haber sentido nunca, ni antes ni después, tanta atracción por alguien. Yo estaba en la cama, desnuda por sus besos, y él se levantó, caminó cerca de la cama, se acercó a la ventana y cerró las cortinas. Yo no sabía cómo terminaría todo, solo estaba dispuesta a dejar que mis fantasías se encontraran con las suyas, y a vivir la magia y el delirio de la química, la física y el encanto que había entre los dos. Delirio era el nombre de la habitación del hotel.