jueves, 7 de agosto de 2014

La primera vez (parte II)

En la universidad no me sentía muy cómoda, porque para casi todos, la historia que ocurrió y fue la que contaron sobre lo que sucedió, es que yo "le había quitado el novio a Paula". Nada me dolía más que eso, nada más contrario a la realidad. Yo no le quité nada a nadie, yo ni siquiera quise iniciar nada con Benjamín hasta que no él me aseguro que no tenía nada con Paula ni Pilar ni con otras amigas con las que se la pasaba mucho tiempo -eso era lo que pensaba, mientras sentía que las maripositas volaban en mi estómago y no podía dejar de sonreir por mucho que me dolieran esos comentarios-. Incluso, recuerdo que Alexandra, una amiga muy cercana de Benjamín, me contó que él le había dicho que yo parecía no querer nada y ella, aunque estaba enamorada de él, me animó a dar los siguientes pasos.

Es una historia que no cabe dentro de un triángulo, sino que tiene más vértices y un punto al cual todos se conectan. Para mí no fue fácil creer en que esa historia era real, que alguien se había enamorado de mí y que me hubiera escogido a mí rechazando a las otras chicas que aparecían en escena de vez en cuando. Un tiempo después entendí que, aunque él me hubiera preferido, no significaba que las hubiera rechazado o evitado. Su corazón era muy amplio y tenía mucho amor para dar, fue algo que me dijo en esa época, sin que yo entendiera bien lo que quería decir.

Durante mucho tiempo sentí rabia conmigo misma por ser tan ingenua, por no leer entre líneas, por no pensar que si yo veía que él pasaba mucho tiempo con otras amigas, no era simple amistad. Pero, en ese momento, era mi primer gran amor. Creía por completo en lo que me decía, aunque yo no preguntaba nada de más, porque nunca pensé que otra historia diferente a la nuestra hubiera podido ocurrir.

Estos recuerdos son difusos porque tienen casi 20 años, pero ayer, al salir de cine con Jose, él mencionó el nombre de un restaurante que yo había olvidado durante todo este tiempo y al que no volví a entrar. Ahora está en otro lugar, seguramente han cambiado la decoración y tiene nuevo platos en el menú, pero para mí sigue siendo un lugar oscuro y triste.

Una tarde salimos de la universidad para almorzar donde mi abuelita. Estábamos caminando en un parque, a pocas cuadras de la casa, cuando de repente escuché "cómo así que no lo sabías? yo pensaba que tú sabías que yo he estado saliendo con Diana...". No recuerdo qué fue lo que dije antes de eso, pero si retrocedo en mi mente a ese momento, siento de nuevo que el mundo se detuvo un instante y no para hacerme volar, sino que en seguida sentí que la Tierra giraba de nuevo y yo me había quedado ahí, quieta, sin poder caminar, hablar o pensar.

Intentó abrazarme para calmarme un poco mientras las lágrimas caían de mis ojos sin control, sin permiso y sin parar. No me toques! -le grité por primera vez- me das asco. Sentía que el estómago se me revolvía, ya no había maripositas, sino un huracán que me daba vueltas por dentro. Era una sensación extrañaba, era la primera vez que la sentía, era como si me hubieran quitado todo, sentía un vacío enorme, estaba desubicada, hasta me dio mareo. Quizá mis sensaciones suenan hoy  desproporcionadas, pero aún las puedo justificar: era mi primer amor, mi primera desilusión, por primera vez me sentía engañada, traicionada y lastimada...

Ese día concluí que el amor efectivamente se aloja en el estómago: al comienzo un vacío cuando no hay nada claro, luego mariposas cuando sin importar lo que pase, todo nos hace sonreir. Eso pensaba que era todo lo que podía sentir, pero descubrí que la tristeza y las rupturas también se quedaban allí. Benjamín no me entendía, ni siquiera creía que mi dolor fuera físico... solo unos años más adelante, me confesó haberlo comprendido cuando estuvo en mi lugar.