lunes, 30 de diciembre de 2013

Un regalo de los dioses

Creo que no hay un nombre más acertado para una planta. Aunque para los indígenas mexicanos se llamaba Xocolatl desde antes de la llegada de Colón y Cortés a las tierras americanas, Theobroma cacao fue el nombre que le diera en 1753 uno de los mayores naturalistas a esta planta originaria de la Amazonía.

Los que disfrutamos el chocolate podemos agradecer que en el camino de su historia culinaria se haya pasado de una bebida espesa y agria, a la diversidad que tenemos hoy para tomar y comer, enriquecida con especias como vainilla, canela y clavos, o azúcar y leche. El nombre sigue siendo un verdadero tributo a su origen, según los aztecas: un regalo de los dioses. Cómo no querer disfrutar de un buen trozo de chocolote que al entrar en nuestras bocas, conecta todo lo que somos y nos eleva.

Pablo siempre tenía chocolates en su mesa de noche. Cuando estábamos sentados, uno al lado del otro, sonrientes tras una maravillosa sesión de besos, abrazos y buen sexo, Pablo me ofrecía un chocolate, solo una pastilla bastaba para completar las mil sensaciones que habían recorrido mi piel y provocar en mi cuerpo una suave desconexión de este mundo. Así, llegaba el deseo de dormir a su lado.

A Daniel lo conocí una noche cualquiera, mi amiga Diana, que ejerce de Celestina, me lo presentó en una fiesta, tras la cual nos vimos un par de veces más. El día del cumpleaños de Diana, la rumba siguió al almuerzo, los besos al baile, las tocadas a los besos y las ganas de comernos nos llevaron a su apartamento, no sin que antes Daniel pasara por una tienda mientras yo esperaba en el taxi. Música de una de mis listas favoritas, besos y ya en su cama, me ofreció un chocolate: Antes o después? Cuándo lo prefieres?

Dario no llevaba chocolates, solo sus deseos por comerme y yo, que moría de ganas por comerlo, fui esta vez la que preparó las condiciones. Quería que explotaran en mí todos los sabores, el de sus besos y su piel, con uno de los mejores chocolates. Este era un cacao artesanal de Guatemala, relleno con menta (mi mejor combinación!). Así que cuando estaba sentada sobre él y abrazada con mis piernas a su cadera, extendí mi mano derecha, sujetándome con la izquierda de su cuello para alcanzar ese bocado de los dioses. Una vez más me deleite con los sabores y aromas del paraíso, y lo recorrí desnuda con la piel electrizada.

sábado, 12 de octubre de 2013

De príncipes y castillos


Salí a caminar con Carolina por las calles de la ciudad. La arquitectura de Glasgow invita a recorrerla y explorarla; era una tarde soleada, el viento frío soplaba de vez en cuando. Llegamos a un bar que Carolina visitaba con alguna frecuencia, es posible que hoy tengan música en vivo -me dijo- (maravilloso! pensé, me encantaría escuchar una gaita escocesa). En efecto, cuando entramos había bastante gente, todos tomando cerveza y unos músicos estaban tocando algo que de inmediato nos hizo querer quedarnos en ese lugar.

La música no era programada, los músicos no eran una banda; la propuesta consistía en que los músicos iban llegando y, en medio de la noche, decidían qué tocar como si se tratara de un ensayo.

Una pareja se acercó a nosotras, intrigados porque hablábamos español, les contamos algo de nuestras vidas: Carolina estaba estudiando y vivía hace varios años allí, yo había ido a un encuentro científico y me quedé a pasear unas semanas más. Seguimos charlando, nos invitaron una cerveza y se fueron. Minutos más tarde, Jean-Luc se acercó a nuestra mesa, él hablaba español y tocaba la gaita.

Hablamos de nuevo sobre nuestras vidas y la noche. Ya has visto un castillo? -me preguntó-. Si, claro! Ya fui a Edimburgo -respondí yo. No, me refiero a un castillo de verdad, donde vivía gente que no fuera de la realeza. En ese caso, no -admití con una ligera desilusión, pues César e Iván me habían dicho que tratara de ir a un castillo en medio del campo, estaban seguros que ese sería uno de los mejores recuerdos que me podría llevar. Ante mi respuesta, Jean-Luc me contó que cerca de la ciudad había un castillo y si yo quería, él me podría llevar. Anote su número, por si llegaba a animarme, aunque me asustaba aceptar la propuesta de un desconocido.

Al día siguiente, salí a caminar, compré una bufanda y caminando sin un rumbo claro, llegué a la estación de tren. Mmm, podría averiguar qué tan lejos es ese otro pueblo, del que me habló el francés de anoche -pensé. Entré, pregunté al señor de la ventanilla y su respuesta fue: Son 5 libras, el tren sale en 10 minutos, y me pasó el tiquete. Será como todo en este viaje, me dejaré llevar por el destino. Tomé el tiquete, llamé a Carolina para decirle que nos veríamos en la noche y a Jean-Luc para contarle que estaría en una hora en su pueblo.

El paisaje era precioso, bosque, venados, ríos... En la estación me esperaba él, fuimos a su carro, dimos una vuelta por el muy pequeño pueblo y nos dirigimos al castillo. Salimos de la zona urbana, bosque, una carretera rodeada por árboles muy grandes, ninguna casa, no nos cruzamos a ningún ser humano y mi corazón comenzó a latir con algo de angustia. (Si me boto del carro y salgo a correr, puede pasar más de una hora antes de que llegue a la civilización -eran parte de mis pensamientos, así que decidí tranquilizarme y confiar).

Al cabo de una media hora quizá, se asomó el castillo (woow! era real! me sentí ligeramente aliviada). Nos bajamos del carro, caminamos hacia un río que pasaba muy cerca. Un verdadero bosque -me dijo él con una sonrisa-, por aquí salimos a caminar con mis amigos, hay una cascada más arriba. Seguimos caminamos rumbo al castillo, dimos una vuelta hasta la parte de atrás donde había una huerta. Luego, él intentó abrir la puerta, es extraño, está cerrada -dijo, y saludó a alguien que pasaba por allí.

Fuimos entonces a la puerta principal, metió su mano al bolsillo del pantalón, sacó unas llaves y abrió la puerta. (OMG!!! De qué se trataba esto! Por qué tiene llaves de la puerta?) Creo que mis pensamientos se notaban en la expresión de mi cara, así que mientras subíamos por unas escaleras en caracol, me dijo: Yo vivo en el apartamento 18, todos los vecinos son muy amables

Creo que debía estar pálida y cada segundo más asustada, solo pensaba en que estaba muy lejos de la ciudad y qué decir de mi amiga. Quieres una cerveza? Prefieres un té? (Nada de alcohol, pensé). Un té estará bien, fue mi respuesta. Me ofreció un té inglés, acompañado de fresas y chocolates (esto es un príncipe, pensé). Te quiero preparar el plato típico escocés -dijo, mientras encendía la chimenea de su habitación-, estoy remodelando el piso de la sala, por eso tengo todo arrumado, disculpa el desorden. Efectivamente el tapete estaba enrollado, las sillas puestas unas sobre otras y yo me senté en una, cerca de la ventana, mirando a lo lejos llenándome de argumentos para seguir confiando en este personaje que parecía sacado de un cuento de hadas y cruzaba los dedos, esperando que no hubiese salido de un cuento de terror.

Fui al baño, llamé a Carolina y le conté lo que estaba pasando. Ella estaba tan sorprendida como yo, él nunca mencionó que el castillo fuera su casa. Quedamos de hablar cada hora y que si yo no la llamaba, ella debía llamarme. De cualquier forma, no me sentía segura y no quería interrumpirla demasiado en su jornada de escritura de la tesis.

Mientras tanto, Jean-Luc continuaba hablándome de su vida en el castillo, la señora de 60 años que había tejido unos patitos en croché parar cubrir los huevos de pascua (aún lo conservo, 6 años después), las fiestas anuales que hacían para recaudar fondos para construir una escuela en África y su sostenimiento... El almuerzo estuvo listo y él llevó la bandeja con los platos a su habitación, de la cual recuerdo una cama grande, el tapete blanco y la chimenea a los pies. Nos sentamos allí en el suelo. La tensión aumentaba, yo comía muy despacio para alargar el momento; él me contó de su gusto por la fotografía y comenzamos a ver unos álbumes. Yo solo quería que el tiempo pasara rápido para regresar sana y salva, así que de cada foto le preguntaba la historia, quiénes eran, por qué estaban allí, en dónde estaban ahora... lo que fuera.

Por supuesto, puso sus labios sobre los míos, un beso fue lo único que le di porque cuando me tomó en brazos y me acostó en su cama, di un brinco y salí corriendo por la habitación. Hoy pienso que quizá él creyó que yo jugaba, pero yo me sentía como la gatita de los dibujos animados con Pepe Le Fou, que con su acento y encanto francés trataba de seducirme y yo, solo buscaba la forma de zafarme de sus brazos. Al final aceptó la derrota, me llevó de vuelta al tren y me preguntó si volvería al verano siguiente. Tres años más tarde, intercambiamos unos mensajes por e-mail...





lunes, 30 de septiembre de 2013

Pensando en vos...

Hoy ha sido un día maravilloso y quizá no tengo las palabras para describirlo, porque desde hace unas semanas, cuando comenzamos a planear este encuentro, me dijiste que al entrar a mi habitación del hotel no íbamos a sentarnos a hablar. Al comienzo pensé: claro! Como las mujeres tendemos a hablar sin parar y al verte de nuevo, después de tanto tiempo, es posible que quisiera saber más de tu vida y tus días.

Por eso amanecí casi muda, la ansiedad me invadía y contaba las horas para poder tocar tu cara, sentir tus labios y ver tus ojos. Desearte a través de palabras e imágenes había hecho que tocarte y olerte fueran unos de mis más fuertes anhelos acumulados hasta hoy.

Anoche apenas pude dormir unas horas. Me acosté tarde terminando de revisar mi maleta y en especial, el vestido que usaría para verte, aunque solo esperara tenerlo puesto unos minutos, hasta que me lo quitaras y fueras descubriendo mi piel tal como lo imaginaba, con un beso, una caricia y una mirada. Me desperté dos veces en la noche, a ratos mil ideas se movían con mucha rapidez en mi mente, luego trataba de acallarme para disminuir el ritmo de mi respiración y el deseo de ver el amanecer, porque sabía que eso significaba que el tiempo y la distancia iban a reducirse hasta acercarme por completo a ti, hasta tenerte al alcance mi mano, de mi boca y de cada pedacito de mi piel.

El día avanzó deprisa, ni recordé comer en la mañana. Tu saludo temprano me provocó la tensión bajo mi cintura que se había hecho más frecuente en las últimas semanas.

Recuerdo dos situaciones que me robaron el aliento y fueron la provocación más agradable a toda la serie de sensaciones que se acumularon hasta que hoy surgieron desde lo más profundo al tenerte dentro de mí, y llegaron hasta las terminales nerviosas de mis dedos, colmadas a tal punto de electricidad que no era capaz de tocarte. La primera fue un mensaje en mi celular, enviado a medianoche y que yo vi solo hasta el día siguiente: "pensando en vos"; eso era todo lo que decías, pero suficiente para tener un motivo para sonreír, bailar, cantar e imaginar cómo sería pasar una noche con vos. La segunda fue una serie de fotos en las que avanzabas mostrándome poco a poco lo que se fue convirtiendo en el objeto más profundo de mi deseo: tu cuerpo.

Con estos recuerdos no quiero decir que no hubiese habido otras imágenes, sonidos o palabras que me hicieran alucinar (sobre eso quiero explorar en otro momento) y querer estallar abrazada a tu cuello; de hecho, como decimos los buzos, los mejores recuerdos están grabados en nuestras mentes, no en nuestras bitácoras.

Me gustó tu olor, me gustó tu sabor, me gustó tu color. Me ha gustado lo que siento al descubrirme a través de nuestras conversaciones telefónicas, tus sugerencias literarias y deseos encontrados. Eres un tema para rato porque, con este juego, he abierto una puerta, derrumbado un muro o quizá renovado mis espacios. Duermo esta noche con una sonrisa en los ojos, no sin que antes mi corazón se acelere un poco al retroceder unas horas en este día.

Como siempre, ha sido todo un placer, señor delicioso...

martes, 6 de agosto de 2013

Una sencilla explicación: Sobre-exposición

- Holaaaa!
- Hola!! cómo estás? 
- Bien. Tú? Qué haces?
- No mucho. Estoy en la casa relajada.
- Vamos a cine y luego a comer?
- De una!
- Paso por ti en media hora.

Esa era una de las típicas conversaciones que podíamos tener en esos días. En la comida hacíamos planes para ir a teatro esa semana, conocer un nuevo restaurante e ir el viernes a una rumba que prometía estar buenísima. Al final, nos veíamos 3 o 4 días y/o noches esa semana.


Un fuerte abrazo seguía al saludo cada vez que nos encontrábamos. Si nos veíamos para almorzar, recordábamos que queríamos mirar una cámara nueva, unos zapatos, un libro, una revista y entre una cosa y otra, nos daba la tarde, así que un cafecito caía perfecto. La charla no perdía intensidad ni diversidad. Podíamos reírnos, sorprendernos con algo que hubiéramos escuchado o leído la semana anterior. También podíamos permanecer en silencio un rato. Simplemente pasábamos un muy buen tiempo junto, y esa era la única verdad que ninguno de los dos podía negar.

Pasaban más días y entonces, yo me despertaba pensando en Andrés, me acostaba pensando en él y por supuesto, soñaba con volverlo a ver. Así seguíamos planeando encuentros y nos divertíamos, hasta que salía el tema.

A veces, era él quien lo ponía, otras veces era yo. Al final, yo terminaba reconociendo que estaba enamorada o que simplemente deseaba algo más con él, salir y poder conocernos más, como estábamos haciendo, pero con algo menos de incertidumbre sobre lo que él pensaba o sentía. Yo veía su sonrisa y el brillo en sus ojos, la emoción con la que hablaba sin parar, los chistes que inventaba. Creía entonces que era un poco correspondida, pero no, Andrés siempre me dejaba todo muy claro: 

- Ey chic! Es cuestión de sobre-exposición. Lo que pasa es que tú y yo pasamos mucho tiempo juntos, y sí, la pasamos bien, pero eso no significa nada más. Yo tengo muy claro que no quiero estar contigo y me preocupa verte así enamorada.

Yo a veces lo negaba, decía que todo lo tenía bajo control y que yo tampoco quería nada con él. Otras veces, era inevitable reconocer la verdad, era evidente y de alguna forma, tenía que enfrentarlo. Nunca pasó nada, aunque la historia se repitió varias veces.

Hoy, cuando ha pasado un año o dos sin que hablemos y no me hace falta, ni extraño las salidas y me siento más tranquila, creo sinceramente que Andrés tenía razón: Era sobre-exposición.



domingo, 21 de julio de 2013

Hablar con un extraño

A veces me gusta encontrar gente con la que puedo hablar de lo que soy, sin saber quiénes son, para dónde van y si les gusta más la rumba o el teatro o ver una peli en casa. Me gusta saber que hay gente a la que también le gusta lo mismo y más aún, saber que a veces nos podemos encontrar en el camino, en un viaje, un bar, un museo.

No es gente con la que estoy compartiendo mis clases de portugués ni la que me encuentro ocasionalmente en el gimnasio, sino la que aparece unos días, unas horas y luego, sin mayor expectativa cada cual sigue su camino.

Hoy pienso en esto porque mi tarea de portugués es responder "O que farei nos próximos 4 anos?", y la verdad, no está muy fácil la respuesta porque ni siquiera lo tengo claro en español. También porque un amigo me dijo que quería hablar conmigo porque yo era un personaje extraño (compartimos algunas fotos y comentarios, pero no hemos hablado más de 2 veces en los últimos 3 años) y porque otro amigo me está inspirando ideas e historias nuevas a partir de una serie de fotos, que nos han llevado a hablarnos como dos extraños cercanos, especialmente como dos extraños que ahora se extrañan.

Hace unos años decidí visitar a un amigo en Panamá, todo mi viaje fue haciéndose día a día. Solo quería conocer, pasear y descansar. Así que un día miré su guía de Lonely Planet y empecé a encontrar los lugares que quería conocer, por supuesto una playa en el Pacífico, otra en el Caribe y así, terminó siendo un viaje increíble.

En El Valle, en la provincia de Coclé, conocí algunas personas que me tomaron fotos, otras que me acompañaron un rato al caminar y otras que me aconsejaron qué hacer; una de ellas, una chica alemana, me dijo que no podía dejar de ir al archipiélago de San Blas, y … cómo me lo iba a perder, si ya me lo había recomendado un gran amigo! Busqué alguna información adicional en Internet y al día siguiente ya estaba en el aeropuerto, lista para subirme a una avioneta de 8 pasajeros y luego aterrizar en una isla diminuta en medio del mar Caribe, llegar después de viajar otro rato en una lancha y así, compartir 3 días en Ukuptupu con otros extraños que viajaban solos como yo.


jueves, 18 de julio de 2013

Conversaciones a medias


- Recuerdas esas noches?
- Sí, las recuerdo (él se refería a un fin de semana maravilloso que pasamos hacía más de un año: mar, playa, cocteles, cama y solo nuestros cuerpos juntos).
- Quiero estar contigo allá. Quiero estar contigo.

Aquí mi mente comenzó a jugar, recordando y soñando, pensando que quizá podríamos vernos de nuevo, pasarla rico y si resultaba algo más, iba a ser genial. Pero, solo vino un silencio, pasaron los minutos, las horas y no hubo nada más. Al día siguiente..

- Hola!!! Me quedé dormido... por las cervezas y el whisky de anoche.
- Ahora lo entiendo, lo que decías era efecto del alcohol.
- Qué atrevida eres! Todo lo que dije es lo que siento.

De nuevo, mi mente vuelve a elevar los pies del suelo, mirar a lo lejos (no importa si es hacia atrás o al futuro) y hacerme preguntas, incluso me critica por haber creído que este personaje no estaba queriendo nada conmigo. Como si fuera una sorpresa, pasan minutos, horas y días después para que yo retome la conversación. No me gustan las conversaciones a medias, no me gusta ...

- No me gusta la forma en que apareces y desapareces en mi vida y en mi corazón.
- Lo sé; no te quiero lastimar. Yo estoy solo, no estoy con nadie y me gusta estar contigo.
- Entonces seamos buenos amigos... Aunque no me caería mal un poco de buena compañía.

Así se repiten las historias, una y otra vez. Tengo que aprender a poner un punto final.



sábado, 15 de junio de 2013

Un safari y una tasa de té

Eva es una de esas chicas lindas que salen con tipos como nosotros solo de safari - le dijo Jorge a Federico la noche que me conoció y agregó: solo quiere tomar algo de aire fresco y después volverá a su vida tranquila y feliz.

Extraña conclusión, pensé yo, pero en cierta forma la compartía, así que sonreí con cierta complicidad  ante esta revelación y miré a Federico, quien tenía los ojos muy abiertos esperando una contra-respuesta de mi parte que no llegó; entonces todos bebimos un sorbo de ginebra y seguimos conversando. Un par de horas más tarde Jorge se fue, yo me quedé con Federico con quien desde hacía un par de semanas estaba disfrutando de la pasión de sus besos, caricias y las explosiones en mi cuerpo cada vez que nos deseábamos durante horas. A las cuatro de la mañana, cuando abrí los ojos de nuevo, puse mis labios suavemente sobre los suyos y le pedí que me llamara un taxi, quería amanecer en mi cama.

Federico era un tipo encantador, vivía en un mundo diferente al mío. Yo había salido hacía poco de una larga relación, en cambio él decía estar solo, aunque yo sabía que eso no era del todo cierto. Con él descubrí las rumbas de los martes y miércoles de la ciudad, y que salir a tomar un trago con los amigos iba tan bien un lunes como un viernes. Su vida era más nocturna, lo que me permitía concentrarme en el día en mi maestría y el trabajo, y por las noches estaba lista con toda la energía para cualquiera de sus propuestas que me hacían sentir viva y deseada.

Federico era un tipo coqueto, de los que suelen gustarme, cuya mirada provoca un sonrojamiento y una sequedad en los labios. Yo solo quería conocer a alguien diferente y desde que mi exnovio me había confesado que estaba enamorado de otra mujer, no había sido capaz de sentirme segura frente a otro tipo. Por eso me fascinaba que pudiera recorrer mi cuerpo con sus besos y que leyera cada uno de mis movimientos, cuando la tensión aumentaba, mi espalda se curvaba y mi cadera comenzaba a subir y bajar en sintonía con el movimiento de sus manos sobre mi piel.

Muchas noches nos dedicamos a consentirnos y a dejar que nuestros cuerpos se llenaran de placer como adictos a las múltiples sensaciones que nos acompañaban: Los momentos previos, cuando con besos el calor subía por mis mejillas y el roce de su mano en mi espalda me generaba un escalofrío que bajaba hasta mis pies. Durante, cuando alargábamos el momento para poder llegar al mismo tiempo y caer rendidos en la cama. Después, cuando abría los ojos recostada en sus brazos y me ofrecía un chocolate que me hacía sentir que este, en verdad, es el alimento de los dioses.

Con frecuencia me negaba a quedarme en su apartamento, nunca acepté llevar una muda de ropa, mi cepillo de dientes siempre estuvo en mi cartera. Nunca me permití permanecer más tiempo del debido, pues mi mente controladora no iba a dejar que esa relación pasara a algo más. En verdad, yo solo estaba explorando-me a través de él.


Quieres tomar un té? Fue la pregunta que me hizo la tarde que regresamos a Bogotá después de unos días de trabajo en una ciudad cercana. Rico, me parece una buena idea!

Esa fue la primera vez que fui a su apartamento, la primera vez que sus besos recorrieron cada centímetro de mi piel y que se detuvieron en la mitad de mis piernas recordándome mis deseos, mis ganas y mi derecho a ser amada.

Hoy no puedo evitar sonreir (e incluso me siento vulnerable) cuando alguien me propone tomar un té en su casa.


miércoles, 1 de mayo de 2013

Las piedras no se mueven...

Nada más deseo esta noche que hoy sea el final de esta historia en la que me embarqué sin rumbo y sin viento. Estoy sola hace un buen tiempo y eso se convierte a ratos en una sensación extraña; estoy tranquila, es cómodo, no consulto con nadie lo que voy a hacer un viernes o un fin de semana, cine, comida, rumba, todo depende del ánimo que tenga.

Pero a veces, me logro confundir con esta soledad que, si bien me ha permitido descubrirme y enamorarme de mi, otra veces me hace pensar en esas frases como "qué pasaría si... (saliera con alguien ahora?), cómo sería si... (esperara todos los días ver a alguien que me gusta?), qué diría si... (estuviera enamorada?)". Las respuestas de muchas de esas preguntas, ya las olvidé; ya no me conozco compartiendo mis días y noches con alguien.

Creo que por eso, a veces aparecen algunos personajes a los que termino dándoles mucho más poder del que se merecen en mi vida... y entonces yo pierdo mi propia fuerza. Lo más increíble es que sé que las piedras no se mueven, entonces, tengo admitir que conozco la razón por la cual me pegué otra vez con la misma piedra.

Apareces y desapareces en mi vida como si fuera tu propio espacio. Yo me prometo no dejarte entrar de nuevo, ni siquiera responder tus mensajes, llamadas, correos, posts. Pero eres tan persistente en esos momentos que a punta de insistir, logras que yo me sienta de nuevo tranquila y confiada: parece que fuera un reto lograr que yo te hable de nuevo. Una palabra lleva entonces a conversar largas horas, salir y comienzan los planes juntos.

Ahí yo estoy firme, no me involucro, no dejo que nada afecte mi paz, ni que te metas en mi cabeza. Sigo mi vida muy normal, pero los encuentros se vuelven más frecuentes y sistemáticamente, cuando soy yo la que te busca, empiezas a tomar distancia y te alejas; es como si hubieras alcanzado el trofeo, tener mi atención de vuelta y ya con la conquista realizada, pierdes todo interés en llamar, escribir, aparecer.

Para empezar a cambiar esto, tengo que admitir que no me gusta el juego. No me gusta la inestabilidad en la que te mueves. Ayer salíamos juntos, hoy subes fotos con otra chica. Publicas en todas las redes sociales que estás buscando un plan para la noche, mientras yo me pregunto qué fue lo que pasó. Creo que simplemente no pasó nada, en el fondo yo no te intereso y yo tengo que dejar de decirme mentiras cada vez que apareces. Para pasar esta tarde sola, recordaré alguna de esas películas que, a veces, vale la pena tener presente: "He's not interested...".



domingo, 14 de abril de 2013

Finales sorpresa para historias que nunca comenzaron

Hacía más de un año que había salido con Andrés, pero las cosas no funcionaron y ella apareció, así que yo salí del camino. Un día tranquilo, de repente me saludó de nuevo; esa noche iríamos de rumba a celebrar el cumpleaños de una amiga. De un hola, cómo vas? pasó a te puedo contar algo? terminé con mi novia, puedo contar contigo? 

Qué ocurre en esos casos? Una voz interior nos dice: esa historia ya la superaste, tú puedes ofrecerle tu amistad sin problema, no hay riesgo de nada porque él ha sido honesto en que no quiere estar contigo... error!!! ahí he debido prender las alarmas, si mi voz decía "él no quiere estar contigo", eso solo significaba que yo aún sí quería estar con él, y entonces las cosas comenzarían mal. Creía que iba a tener todo bajo control, a pesar del deseo latente de tener una nueva oportunidad.

Era fácil predecir que terminaríamos saliendo a comer, bailar y alguna noche empezaríamos de nuevo a dormir juntos, no sin que antes Andrés advirtiera: No creo que sea bueno para ti que esto pase, tú luego te enredas la cabeza. De nuevo mi mente respondió rápidamente: Cómo se te ocurre! Yo tengo todo muy claro, sé que tú y yo no queremos estar juntos, solo pasar el rato.

Una noche se convirtió en muchas más, vinieron luego paseos, tardes, mañanas, cine y fiestas. Yo irradiaba felicidad. Ante mis amigos mostraba  que, por fin, yo había superado el pasado. Nunca hablamos de lo que sentíamos o de lo que estaba pasando; desconozco sus ideas, pero yo pensaba que era mejor no hablar, porque con las palabras podría llevar rápidamente a que él me recordara que desde el comienzo, todo estaba claro y entre los dos no había nada. Así que mantenía calladita mi voz interior, solo le contaba a algunas de mis amigas lo que ocurría y ante los ojos de los demás, silencio y una sonrisa, porque "yo estaba bien".

Un día mis amigas me enfrentaron, les conté todo, mis temores, mis autoengaños, mi ilusión, mi frustración. Esa noche con unas copas de vino me hablé francamente, fui capaz al hablar con ellas de reconocer que me estaba mintiendo, que acepté una no-relación cuando moría de ganas por estar con aquel personaje, y que, como era también predecible, el final vendría pronto... y así ocurrió (eso será tema de otra historia, aquí quiero contar el reencuentro).

Meses más tarde recibí una llamada de Andrés: hola! vas al cumpleaños de Carolina esta noche? podemos vernos antes? qué tal un café? Mi corazón se quedó en suspenso, de qué se trataba esto? Me cambié los jeans por el vestido de la noche, con unos zapatos más casuales y algo de maquillaje, sutil para horas de la tarde.

La charla comenzó con un Eva, yo te quiero mucho, tú eres muy importante para mi, mientras yo escuchaba sin decir palabra tratando de anticiparme a su siguiente frase. Eva, estoy preocupado, hace unos días me encontré con alguien en la calle y me preguntó cuándo nos íbamos a casar. Mi sorpresa fue mayor, ahora sí: de qué se trataba esto?!

Esa tarde pude decirle todo lo que sentía sin que se quebrara mi voz. Durante los meses que salimos, no era capaz de decirle nada ni siquiera a mis amigas, porque sabía que las cosas no eran lo que yo deseaba. Tú no querías estar conmigo y aunque eso me doliera y yo me negara a aceptarlo, lo sabía muy en el fondo de mi corazón. Puedo asegurarte que si alguien me hubiera preguntado si tú y yo estábamos juntos, por puro orgullo, lo habría negado, pues no habría estado dispuesta a que me vieran como una de tus chicas (era la verdad, durante ese tiempo, él salía conmigo y otras cuantas más). Yo quise estar contigo, pero ya no, nunca más. Aún no sé lo que quiero, pero sí sé lo que no quiero y eso eres tú.

Salimos del café, me llevó de regreso a mi casa y antes de bajar del carro le dije: Yo también te quiero mucho. Adiós!

domingo, 31 de marzo de 2013

Música de fondo para una noche animada


Era uno de esos conciertos soñados: un grupo que me gusta, en un sitio pequeño y tendría además buena compañía. Compré con un mes de anticipación mi boleta, iría con Mateo y sus amigos -todos emparejados-.

A Mateo lo conocí por mi amiga Sonia, quien creía que los dos teníamos algunas cosas en común y podríamos engancharnos; ella juega a la Celestina y nos conoce bien. La primera vez que lo vi, cambiamos un plan de tomar café por unos cocteles, que estuvieron acompañados de una buena charla, muchas historias para reír -punto a su favor- y podría decir que, al final, cada uno encontró cosas interesantes en el otro.

Todos los días después de ese encuentro a ciegas y durante dos semanas, recibía un mensaje de Mateo. Dime un lugar al qué quieras ir. Seguía mi respuesta. Vamos entonces el próximo fin de semana. Yo estaba abierta a conocer y dejarme encantar, pero un día desapareció -nunca he entendido esa forma de actuar- y solo volví a saber de él en la mañana del concierto.

Llamadas y mensajes. Hola! Sé que he estado un poco perdido, pero el trabajo estuvo muy pesado estos días. Para vivir tranquila, decidí hace unos años, no imaginar ni suponer nada en este tipo de situaciones; simplemente tomar lo bueno y bonito, y dejar pasar lo que no me hace bien. Mi respuesta fue un saludo normal, sin mucha emoción ni sorpresa. Aun tienes tu boleta para el concierto de esta  noche? Imagino que vas con algún amigo, así que si quieres vamos todos juntos -fue la propuesta de Mateo.

Aunque estuve ocupada los días anteriores, hice un sondeo entre mis amigos, pero ninguno tenía entre sus planes ir de rumba esa noche; pensé en vender la boleta, pero decidí esperar hasta el final. Entonces le propuse que pasara por mi apartamento antes del concierto y así podíamos actualizarnos un poco sobre lo que había pasado en esos días. Mi amiga Adriana siempre me dice que no debo facilitarles tanto la tarea, pero la verdad, Mateo ya no estaba entre mis planes, así que solo me quería hacer más amable la noche.

La charla estuvo muy tranquila (demasiado, diría yo) y comencé a sentir sueño. Estuve a punto de quedarme durmiendo (sola, por supuesto) y evitarme la pereza de tener que aguantar el frío de la noche, hacer fila, tomar un taxi en la madrugada. No quiero tomar mucho, fue lo único que aclaré sobre la noche, estoy cansada y conociéndome, me puedo quedar dormida.

Salimos a las 8:30 p.m., nos esperaba una fila de más de 200 personas, así que con paciencia y sin andar durante más de media hora, esperamos que llegaran sus amigos. Un bostezo de vez en cuando, el frío no ayudaba.

Yo buscaba caras conocidas, siempre es bueno encontrar a alguien que se sume al grupo y así seguro no me sentiría tan sola. De repente, pasó Julián con un tipo que llamaba la atención; luego entendí que tenía el típico look de chico exitoso de los 90! así que me transporté a mis 15 y empecé a disfrutar el frío, la multitud y la noche. 

Uno de los amigos de Mateo me ofreció una cerveza. Sí, vale! Gracias! Pero desde ese momento, mi atención giró hacia Guillermo... Tienes novio? Entonces, eres casada?


Qué puedo decir del concierto? Tengo algunas imágenes no muy claras de las luces, los vestidos, los sombreros, algo de la buena música de fondo para mi noche. Una cerveza y otra más, un beso y otro más, la tensión entre las piernas y las ganas de alargar ese instante. La mejor forma que tengo para describirlo es esa escena de las películas en la que el mundo comienza a desaparecer, las demás personas se hacen difusas, el sonido se pierde y todo empieza a ocurrir en cámara lenta entre los dos. Ese es mi recuerdo del concierto.

Además de eso, fue una noche increíble. Pasaría todo el fin de semana contigo, eran las palabras que Guillermo me decía entre un beso y una caricia. Por qué te metes conmigo? Yo viajo el lunes a Londres (Guillermo me contó que vivía allá desde hace 5 años), pero eso no me importaba, yo solo quería una noche o quizá dos. A la salida nos cruzamos a Mateo, que por supuesto, se había ido a otro sitio dentro del teatro.

A mi apartamento llegamos a las 2:00 a.m. Dime que no va a llegar tu novio a matarme en una hora. Una frase absurda para mi, soy soltera y no estoy con nadie. No puede ser. Acaso nadie sabe lo que se está perdiendo al dejarte dormir sola. Entre algunas frases como esas, llegó el sol y unas ganas de dormir increíbles. No me esperaba este final para la noche, eres una delicia. A las 6:00 a.m. Guillermo me dio un beso y se fue. Hablamos más tarde? Le dije sí con una sonrisa y cerré feliz los ojos.

Mi día empezó lentamente y todo me hacía sonreir. Espero que hayas dormido. Yo no he dormido un minuto. Hablé con mi amiga Diana, le conté de la noche y reímos de emoción. En la tarde recibí otro mensaje: Quieres que te caiga a tu apartamento y hacemos algo

En la noche, Diana le contó a su novio: Eva se encontró anoche con Julián y un amigo. Ah, si! El que vive en Holanda -dijo él. No, no, él vive en Londres -respondió ella.   

Guillermo llegó con una botella de vino, comenzamos a hablar mientras bebíamos la primera copa. De repente, me dice: Vine porque quería decirte algo. Esa frase me paralizó; algunas ideas locas cruzaron mi cabeza, pero al final mi mente quedó en blanco. Soy casado, quería que lo supieras por mi.


No, no, él vive en Londres -respondió ella. Ah, entonces es la esposa la que es de Holanda -aclaró él.

Creo que las dos nos enteramos al mismo tiempo de esa verdad. Su esposa nunca lo sabrá.

Hablamos un poco más con otra copa de vino. Siguió un intento de un beso y luego mi rechazo. Entiendo, si no estás en el mood, mejor me voy.

Yo seguía sonriendo, las hormonas a veces son más fuertes que las desilusiones. Pero me sentía engañada. Creo que la próxima vez, antes de dar el primer paso o el segundo, quizá, deba preguntar algo más.








domingo, 3 de marzo de 2013

El día que comencé a usar botas

Ya había aceptado que nuestra relación fuera abierta, así que cuando "algo" aparecía o cambiaba solo lo decías, yo analizaba si estaba de acuerdo, te daba algunas reglas y seguíamos. Al final, nos íbamos a desear con mucha más fuerza y entonces valdría la pena el respiro.

Cuando Joanna apareció, me planteaste algo diferente. Ella te gustaba de una forma en la que ni Julia, ni Angela (y no recuerdo otros nombres en este momento) lo habían logrado. Era diferente. Me dijiste entonces que no querías algo tan corto como las experiencias anteriores, sino un tiempo que te permitiera conocerla mejor y enamorarte de ella, presentarla a tu familia y amigos asumiendo entonces, de frente, que tenías otra relación y que yo ya no estaba presente. Acordamos que serían 6 meses, al cabo de los cuales, sin importar como estuviera tu relación con ella, volveríamos a estar juntos.

Como siempre, no era fácil para mi. Ustedes estudiaban juntos. Yo tenía la mala fortuna de tener que verte todos los días porque trabajábamos en el mismo lugar. Yo creía tener la buena fortuna de verte todos los días porque así recordarías quiénes éramos y se mantendría vivo el deseo de estar juntos y permanecer conectados.

El tiempo pasaba, la relación de ustedes se hacía más fuerte. Pero tú y yo manteníamos la comunicación para saber cómo iban evolucionando las cosas, pues para mi era claro que podrían cambiar, que si pasaban más meses, nuestra relación estaba en riesgo. Una de mis reglas: no podías construir nada con ella. Sabías que era diferente tener sexo con ella e incluso llegar a estar enamorado, pero algo que no estaba permitido era soñar una vida diferente. Tú volverías a estar conmigo y quizá algún día viviríamos juntos.

Una mañana tomaste prestado mi computador para revisar tu correo, no tenías tiempo de encender el tuyo porque esperabas una respuesta rápida y revisarlo tomaría solo unos minutos. No recuerdo ahora por qué me acerqué, pero fue cuestión de segundos leer que le decías que ya no vivirían juntos porque no te habían aceptado en otra ciudad para continuar estudiando.

- A qué horas hicieron esos planes? Por qué no me dijiste nada? Dónde quedó la "confianza" que había entre los dos? Te vas inmediatamente de mi oficina!
- Déjame explicarte.
- No hay nada que agregar. Olvidaste acaso que eso estaba en la sección "prohibido" de nuestras reglas de juego?
- Eso no cambia nada entre nosotros. Aunque quizá no solo quiera 6 meses de distancia entre tú y yo; quiero estar más tiempo con ella.

Fueron las dos peores noticias que me pudiste "dejar ver" y fue así como me enteré de repente, no solo de tus planes de estudio sino de tus sueños de vida... 

A la mañana siguiente, desperté con la convicción que no podías ser el único hombre en mi vida, que yo no tenía por qué vivir esperando que aparecieras cuando te cansaras de tus otros mundos, que yo no podía ser tan fea o poco interesante como para que otros se fijaran en mí. Almorcé sola. Me compré unas botas y empecé a caminar con la fuerza que me dio haber entendido lo que no quería en mi vida y con los tacones recuperé la altura que perdido al haber caído tan bajo conmigo misma.




lunes, 11 de febrero de 2013

Hielo

Frío, distante, tímido... o no sentir ganas de tener sexo.
¿Hombres con problemas de intimidad? Al parecer esto es lo que le pasa a este hombre. Se cansó de tener sexo, de las mujeres (y no es por interés en el sexo opuesto).
Me quedé fría, algo extraño percibían mis sentidos, pero la ilusión de que algo chévere se diera me impidió ver el elefante blanco.
Oscuridad, piel, cobijas, abrazo, calor, la inminencia de nuestro segundo encuentro y de repente la respuesta helada:-"es que no me dan ganas... no, tampoco me dan ganas de besarte."
Y yo no pude quedarme. No veía la forma de permanecer allí inmóvil, y a la vez tranquila después de la pequeña bomba que me había lanzado.
Me sentí frustrada, triste y poco deseada, así que me fui tratando de explicar cómo me sentía y porqué debía irme, y porqué no podía permanecer allí, pues ya era muy tarde.
Hay bloqueo, mezquindad, imposibilidad y frío, mucho frío. Momento de inercia, congelamiento, frío, quietud, miedo, silencio, inevitabilidad, muerte.
Y yo no quería que me congelaran, no quería perder mi calor, sensibilidad embuída en la promesa que el tempano eventualmente se derritiera y quedaran solo las ganas atrapadas en la escarcha de la indiferencia.