sábado, 15 de junio de 2013

Un safari y una tasa de té

Eva es una de esas chicas lindas que salen con tipos como nosotros solo de safari - le dijo Jorge a Federico la noche que me conoció y agregó: solo quiere tomar algo de aire fresco y después volverá a su vida tranquila y feliz.

Extraña conclusión, pensé yo, pero en cierta forma la compartía, así que sonreí con cierta complicidad  ante esta revelación y miré a Federico, quien tenía los ojos muy abiertos esperando una contra-respuesta de mi parte que no llegó; entonces todos bebimos un sorbo de ginebra y seguimos conversando. Un par de horas más tarde Jorge se fue, yo me quedé con Federico con quien desde hacía un par de semanas estaba disfrutando de la pasión de sus besos, caricias y las explosiones en mi cuerpo cada vez que nos deseábamos durante horas. A las cuatro de la mañana, cuando abrí los ojos de nuevo, puse mis labios suavemente sobre los suyos y le pedí que me llamara un taxi, quería amanecer en mi cama.

Federico era un tipo encantador, vivía en un mundo diferente al mío. Yo había salido hacía poco de una larga relación, en cambio él decía estar solo, aunque yo sabía que eso no era del todo cierto. Con él descubrí las rumbas de los martes y miércoles de la ciudad, y que salir a tomar un trago con los amigos iba tan bien un lunes como un viernes. Su vida era más nocturna, lo que me permitía concentrarme en el día en mi maestría y el trabajo, y por las noches estaba lista con toda la energía para cualquiera de sus propuestas que me hacían sentir viva y deseada.

Federico era un tipo coqueto, de los que suelen gustarme, cuya mirada provoca un sonrojamiento y una sequedad en los labios. Yo solo quería conocer a alguien diferente y desde que mi exnovio me había confesado que estaba enamorado de otra mujer, no había sido capaz de sentirme segura frente a otro tipo. Por eso me fascinaba que pudiera recorrer mi cuerpo con sus besos y que leyera cada uno de mis movimientos, cuando la tensión aumentaba, mi espalda se curvaba y mi cadera comenzaba a subir y bajar en sintonía con el movimiento de sus manos sobre mi piel.

Muchas noches nos dedicamos a consentirnos y a dejar que nuestros cuerpos se llenaran de placer como adictos a las múltiples sensaciones que nos acompañaban: Los momentos previos, cuando con besos el calor subía por mis mejillas y el roce de su mano en mi espalda me generaba un escalofrío que bajaba hasta mis pies. Durante, cuando alargábamos el momento para poder llegar al mismo tiempo y caer rendidos en la cama. Después, cuando abría los ojos recostada en sus brazos y me ofrecía un chocolate que me hacía sentir que este, en verdad, es el alimento de los dioses.

Con frecuencia me negaba a quedarme en su apartamento, nunca acepté llevar una muda de ropa, mi cepillo de dientes siempre estuvo en mi cartera. Nunca me permití permanecer más tiempo del debido, pues mi mente controladora no iba a dejar que esa relación pasara a algo más. En verdad, yo solo estaba explorando-me a través de él.


Quieres tomar un té? Fue la pregunta que me hizo la tarde que regresamos a Bogotá después de unos días de trabajo en una ciudad cercana. Rico, me parece una buena idea!

Esa fue la primera vez que fui a su apartamento, la primera vez que sus besos recorrieron cada centímetro de mi piel y que se detuvieron en la mitad de mis piernas recordándome mis deseos, mis ganas y mi derecho a ser amada.

Hoy no puedo evitar sonreir (e incluso me siento vulnerable) cuando alguien me propone tomar un té en su casa.


1 comentario:

  1. Yo si me voy dejando cepillos de dientes por donde pase, todos despelucados desde nuevos. Que despreocupación la mia y que falta de cuatela y de experiencia para hacer Safaris. La filosofía del desparche y del me dejo llevar, si que lo puede llevar a una muy pero que muy lejos, lejísimos de uno mismo.

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