martes, 6 de noviembre de 2012

Eres muy valiente... te admiro!

Qué pasa cuando uno se enamora a los 20 creyendo haber encontrado el alma gemela? Podría haber encontrado el amor verdadero que me acompañaría toda la vida, pero esa no fue mi historia.

Mauro, por llamarlo de alguna manera, y yo, nos gustamos, no sé si desde el primer día que nos vimos en la universidad. Yo creería que no, pero creo que algunas veces mentimos y nos dijimos lo contrario; la verdad es que ya no lo recuerdo tan bien como antes. Al cabo de unos meses o quizás un año, nunca lo supimos bien, éramos novios; un par de novios que generaban la envidia de casi todos.

Pero las cosas no siempre continúan así. Con el pasar del tiempo, Mauro, que siempre había sido, como diría años más tarde otro amigo, "un corazón querendón", comenzó a sentir que otras chicas le gustaban. Evidentemente, él era uno de los tipos más churros del semestre y fácilmente fue correspondido. Ahí comenzó todo, un café, una salida a cine, una tarde que se alarga y sin saberlo, el que era mi novio salía también con dos chicas más, las cuales sí sabían que yo existía. Yo algo sospechaba, pero era la primera vez que me ponían los cachos, así que pensaba que eran nuevas amigas y no más. Un día, él lo admitió y sentí que me moría. 

Creí haberlo perdonado y continuamos juntos. Sin embargo, las historias se repitieron varias veces más, aunque nunca fueron iguales. El amor entre nosotros siguió creciendo y nos hacía más fuertes, pero llegaban nuevas chicas. Al comienzo no me decía nada, pero yo empezaba a sentir una ligera distancia y más que nada era que un nuevo tema aparecía en nuestras charlas: un libro, una historia, un asunto para pensar... siempre, inevitablemente, eso lo delataba.
Hoy aún recuerdo que este libro no llegó
por azar a nuestras vidas.

Yo me fui habituando a eso y aunque me dolía, al final siempre volvía a mi, arrepentido y deseándome con más intensidad, y entonces yo creía que era yo quien estaba ganando. Para continuar manteniendo nuestra relación, pasamos a tener una relación franca y abierta: si alguno de los dos se sentía atraído física, intelectual o emocionalmente (todas estas variables importantes en nuestras relaciones pasadas y futuras) lo diría sin temor de perdernos y, de común acuerdo, tomaríamos la decisión, que siempre resultaba ser que Mauro podía ausentarse unos días o meses de mi lado y volver al cabo de un tiempo. Mi único requisito: no podía enamorarse.

Años más tarde encontré los correos que nos escribíamos en esa época, en la que nos estábamos creando a nosotros mismos a los 25, tratando de balancear nuestros instintos más animales y físicos, con esos deseos y sentimientos que reposan básicamente en el corazón. No queríamos hacernos daño, de eso estoy segura. Todo fue un invento, un intento por tener todo lo que se quiere en el mismo momento, sin sacrificar nada.

De lo que no me di cuenta en ese entonces es que no era mi invento, no eran mis instintos, no eran mis deseos, eran los de Mauro, no era yo la que andaba enamorándose de otros por ahí, aunque más de una vez él me lanzó a seguir sus pasos. 

Me creí sobrenatural por ser capaz de entender que los hombres no pueden ser fieles y poder convivir con ello. Y Mauro me admiraba! 

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